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Pedagogías para pensar la no-violencia

  • Foto del escritor: Héctor Barreiro
    Héctor Barreiro
  • hace 6 días
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: hace 3 días

Héctor Barreiro

Resumen

En el mundo pedagógico se parte del supuesto de que existe un solo camino inequívoco hacia la meta propuesta. Por ello hablamos de “estilos pedagógicos” en donde desde este lugar es posible construir un sistema orgánico de todas las concepciones pensables y prácticamente realizables para abordar “la complejidad de la violencia” desde varias perspectivas.


No siempre las pedagogías están asociadas a la paz, sino que pueden ser funcionales a la tarea de deshumanización, y llevar al fanatismo, a la crueldad. El caso más próximo lo encontramos estudiando la pedagogía que se instrumentó en el periodo de la Alemania nazi, la cual se plasmó en las aulas a través de los programas de estudio cuya finalidad fue sentar las bases de una “pedagogía del odio” (Ziemer, 1943). La necesidad de justificación del horror vivido en el mundo requirió de planes de estudio, de escuelas y de educadores que lo hicieron posible. Tal es así que contenidos como los de biológica e historia constituyeron el fundamento principal para que en las aulas se enseñe su superioridad racial. El principal manual utilizado por el nazismo –Educación e instrucción, publicación oficial del Reich y del ministerio prusiano de ciencias, educación y cultura nacional– en su ideario proponía: “No hay lugar para los débiles en las escuelas nazis. Todos los niños deben terminar la escuela primaria antes de los 10 años y después las escuelas son campo de prueba para el partido nazi. Aquellos que demuestran cualquier debilidad corporal o carecen de capacidad para la obediencia o sumisión deben ser expulsados. Como así también los incapaces de progresar en la forma requerida”.


Volviendo al presente, nos preguntamos ¿qué relación tienen las pedagogías con la no violencia? ¿Cómo nos pueden ayudar para comprender un problema tan amplio y complejo como es la paz? Y por último, ¿cómo podemos lograr que el soporte de las redes sociales nos permita generar campos de reflexión intergeneracional dentro y fuera de las aulas? En tal sentido existen aportes pedagógicos de las más diferentes corrientes que han sido y aún continúan siendo vitales para la comprensión de una problemática central en nuestro tiempo como es la violencia en todo sus espectros, capas y resonancias.


Durante un tiempo se creyó que la cultura, el conocimiento y la civilización podrían erradicar las violencias. Sin embargo, solo basta ver lo ocurrió en el siglo XX y la formación cultural e intelectual de los sistemas totalitarios y autocráticos para comprender que frente a ellos debemos afrontar una reflexividad ética mayor. Es evidente que la educación, la escuela y la cultura no pueden resolver de modo aislado el flagelo de un mundo cada vez más intolerante, con mayor discriminación y con crecientes niveles de odio. Esto implica desarrollar análisis más completos del problema que abarquen desde sus raíces antropológicas, sociológicas, economías, políticas, tecnológicas y ecológicas, solo para citar algunos de los elementos que forman parte de la totalidad del problema.


Ese malestar difuso estaba contenido en la familia y en la calle, si se advierte que durante el siglo XXI se ha producido una disminución de las situaciones de contención, dada la diversidad múltiple de las situaciones que se plantean. Se advierte una reacción mucho más rápida y no se sabe muchas veces ponerle límite a los impulsos. La crisis hoy es el “pasaje sistemático al acto” (Meirieu, 2007). Tenemos frente a nosotros un doble desafío, el de la escuela como institución y el de nuestra tarea pedagógica. Sabemos que la escuela es un espacio de reflexión frente a los nuevos paradigmas respecto de las violencias y que al mismo tiempo lo es de contención para la comunidad en los tiempos de crisis. Sin embargo, al respecto de estos desafíos también como educado res debemos preguntarnos: ¿Cuál es nuestro lugar como educadores? (Meirieu, 2007). ¿Podemos educar en contextos de tanta complejidad? Cuando decimos que enseñamos a pensar, ¿cómo lo hacemos? ¿Hay una materia que se ocupe de ello o solo con que estemos ahí frente al curso y enseñemos nuestra materia es suficiente para transmitir modelos de pensamiento y construir conocimiento?


Por lo tanto, la propuesta de este trabajo es aportar elementos de reflexión-acción sobre tres de las cuestiones principales en donde las pedagogías pueden contribuir a la construcción de modelos de acción para retrasar/neutralizar la violencia dentro de las escuelas, reflejadas en pensar cómo pensamos, pensar cómo sentimos y pensar cómo actuamos.


El siglo XXI, nos interpela en múltiples dimensiones y complejidades tales como la inteligencia artificial, la comunicación y la perspectiva de futuro. Hoy las pedagogías transitan diferentes paradigmas que aún necesitan dar respuesta a cuestiones humanas antiguas y no resueltas todavía. Dada la complejidad de los problemas del mundo actual, necesitamos aprender a articular pedagogías no solo entre ellas sino también con los aportes de otros campos del conocimiento no tradicional para la educación, como la antropología de la convivencia y la sociología. Cada una de las pedagogías observan al ser humano desde una perspectiva y desde un fundamento, pero también sabemos hoy que los principales desafíos para la humanidad requieren poder educar en la “diversidad”. Debemos transitar múltiples modelos de pensamiento y salir de las categorías binarias como única forma de análisis de la realidad. El mundo de los jóvenes no resiste una perspectiva de comprensión que no abarque sus múltiples dimensiones, orientaciones y valoraciones.


Al mismo tiempo las pedagogías nos brindan diferentes estrategias de abordaje de lo emocional, como así también para reconocer nuestros condicionamientos. Necesitamos de las pedagogías que nos conforten con la vida, con la comunidad, y con el sentido de pertenencia al mundo, y la pregunta que surge inmediatamente es: ¿Pueden las pedagogías de hoy dar respuesta a estos desafíos?


En tal sentido tomaremos seis pedagogías que reflejen su interés en pensar cómo pensamos, pensar cómo sentimos y pensar cómo actuamos.


Si pensamos en como construimos los modelos de pensamiento en la escuela secundaria tomaremos algunos indicadores de la pedagogía waldorf y los siete saberes necesarios para la educación del futuro de Edgar Morín quienes consideran necesario atender a la construcción del juicio y a los modelos de pensamiento.


Si abordamos el interés de pensar lo que sentimos y de las herramientas que en comunidad ayudan a disipar los miedos, tenemos que hablar  de la pedagogía viva y humana de Paulo Freire y de las hermanas, que se basan en pilares de confianza mutua, responsabilidad social sensible, poética, en diálogo con el arte, la naturaleza, la palabra y el respeto profundo por la infancia.


Por último cuando pensamos como actuamos en el mundo y educamos para comprender (en) el hacer, tomaremos dos modelos. Uno es el de María Montessori y el otro es de Carlos Vergara, pedagogo mendocino, cuya obra resulta un buen pretexto para retomar discusiones sobre la pedagogía y la escuela en el plano de las políticas públicas y el rol del Estado, la escuela y su autonomía, la enseñanza, la disciplina, la autoridad escolar y la participación del pueblo en el gobierno escolar.


¿Podemos aprender de todas?


Nuestro mayor desafío como comunidad de adultos ya “forma dos” es provocar la salida de una larga historia de aprendizajes planos, aquellos que permanecen, evaluación tras evaluación, en estancamiento complaciente, con meros ajustes sin cambios ni transformaciones. Decía el psicólogo y pedagogo Jerome Bruner que todas las personas eran capaces de aprender cualquier saber, sin importar la edad, en tanto y en cuanto fuera adecuado el método de enseñanza.


A lo largo de estos itinerarios, experiencias y prácticas que convergen en narrativas de saberes comunes, centrados en la necesaria fluidez de vínculos fraternos y auténticos, aquellos con los cuales los cuerpos puedan aprender y regocijarse y las mentes expandirse y espiritualizarse, con el fin de reparar y poner en práctica aquellas estrategias que no permitan heredar la violencia.


Si la escuela pública no potencia los aprendizajes en relación a las estrategias que necesita para sostener el lazo social y transformarse en un laboratorio que afronte nuevos paradigmas en su comunidad, casi sin saberlo puede derivar en una institución irrelevante, donde las nuevas generaciones aprenden a vivir en sociedades paralelas, sin contactos auténticos y cotidianos entre pares distintos e iguales. Pero, como hemos visto en el recorrido por las paradojas, la escuela también puede proponer una sustitución radical de las actividades normalizadas por la sociedad. Si las redes sociales están aplanando las sensibilidades, al tiempo que incentivan complejas inferioridades en las identidades virtuales de niños y adolescentes, la escuela puede intervenir contra el fanatismo y la confrontación y plantear una sustitución de esas prácticas por otros bienes culturales del inmenso tesoro de las tradiciones analógicas, sensoriales y corporales.


La escuela puede pacificarse a sí misma, organizándose por la palabra de voz propia y dialogando. Eso es “abrir ágoras”, espacios de diálogo que tornen visibles los intangibles que nos constituyen. Abrir ágoras es habilitar segundas lecturas y reflexividades disponibles cuando los cuerpos han podido silenciarse – encontrando una paz posible y personalizada– y disfrutan de la escucha del otro y de la propia voz en el coro grupal. La escuela puede enseñar el equilibrio humanista/humanizador entre la palabra, la imagen y el silencio. Si bien la escuela es sensible a la realidad exterior, dado que los problemas derivados de las violencias son múltiples, como la multicausalidad de factores que la producen, también puede constituir momento de tregua, un espacio de protección para generar las condiciones para acercarse a otros modelos de pensamiento, a otras instancias para la resolución de conflictos en comunidad y generar acciones vivificadoras con perspectiva de futuro.


Conclusión

El mundo y la vida están hoy en peligro real por haber olvidado y escamoteado una cultura de paz intergeneracional, atenta y cuidadosa a todos los detalles de las existencias humanas y no humanas. El mayor desafío de aprender a vivir juntos, mantenernos unidos, más allá de las grandes y pequeñas diferencias, nos interpela y exige de nuestra generación un mayor esfuerzo. Al mismo tiempo, disponemos de más herramientas que hace un siglo atrás. La escuela pública tiene un amplio porvenir en la cultura de paz que está naciendo en diferentes lugares del mundo.


Videos para empezar a problematizar contextos

Aprendizaje y confianza en el otro. YouTube: Conferencia Completa de Silvia Bleichmar: “La construcción de legalidades como principio educativo”.

La semilla de la maldad es el maltrato infantil. YouTube: “Por tu propio bien”.

YouTube: ¿Qué puede hacer la educación para prevenir la violencia? Rafael Bisquerra, educador.

La educación, la alfabetización y el sentido. YouTube: El sentido. Scholas Occurrentes.

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