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Leer bien, leer siempre

  • Foto del escritor: Graciela Perrone
    Graciela Perrone
  • 17 abr
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 18 abr

Hábitos que transforman



Graciela Perrone

Resumen

En un mundo en el que conviven la inteligencia artificial, la expansión de las pantallas y la persistente desigualdad en el acceso a la alfabetización, los hábitos de lectura se vuelven una herramienta fundamental para la formación de ciudadanos críticos, creativos y emocionalmente conectados. Proponemos, desde una perspectiva neurocientífica y pedagógica, un enfoque renovador sobre cómo formar lectores apasionados desde la primera infancia hasta la vida adulta, incluyendo el rol de las familias, los docentes y las políticas públicas.

Desarrollo

Leer para estar en el mundo

La lectura institucionalizada ha transformado el conocimiento en una experiencia colectiva, transversal y en constante evolución. Sin embargo, millones de personas aún no saben leer. Mientras tanto, las máquinas aprenden a hablar y procesar lenguaje, redefiniendo los vínculos entre lectura, inteligencia y humanidad. En este contexto, los hábitos de lectura no son un lujo, sino una necesidad civilizatoria.


Una comunidad lectora es también una comunidad democrática: leer permite informarse, ejercer derechos, comprender contextos y participar críticamente en la sociedad. No basta con acceder al alfabeto; es necesario formar ciudadanos capaces de interpretar discursos, discernir entre información y desinformación, y desarrollar una voz propia. La lectura es, en este sentido, una herramienta de emancipación individual y colectiva.


Una caja lectora en cada cerebro

Como explica Stanislas Dehaene, todos los seres humanos nacen con una “caja lectora”, una base neurológica para aprender a leer. Lo que hace la diferencia es la oportunidad de activarla a través de la estimulación, la conciencia fonológica, la comprensión de palabras y el acceso a contenidos significativos. No se trata solo de leer por leer, sino de comprender, imaginar, pensar y sentir.


Esa “caja lectora” no se abre sola: requiere de adultos que lean en voz alta, narren, jueguen con las palabras, pregunten, escuchen y acompañen. Requiere de un entorno que legitime la lectura como práctica cotidiana. Sin estas condiciones, la neuroplasticidad se desperdicia y la posibilidad de construir hábitos lectores se desvanece. La equidad comienza con un libro compartido.


Lectura en la era digital

Hoy, los textos circulan en papel y en pantallas, en redes sociales, audiolibros, asistentes virtuales y bibliotecas digitales. Las nuevas generaciones aprenden a decodificar múltiples lenguajes a velocidades sorprendentes, pero no siempre profundizan su comprensión. Por eso, formar lectores implica también enseñar a detenerse, interpretar y dialogar con lo leído. El acceso a dispositivos digitales no es sinónimo de alfabetización.


Además, en el consumo digital muchas veces se privilegia la inmediatez y la fragmentación, lo que puede debilitar la concentración y la construcción de sentidos complejos. Es necesario enseñar a navegar entre pantallas sin naufragar: formar lectores digitales críticos que puedan distinguir fuentes confiables, analizar discursos visuales, integrar información multimedia y sostener una lectura atenta aún en contextos hiperdinámicos.


Lectura, emoción y cognición

Leer no es un acto solitario del cerebro, sino una experiencia emocional y sensorial. A través de la lectura se activan la memoria, la atención, el vocabulario, la curiosidad y la imaginación. También se construye pensamiento crítico, capacidad argumentativa, sensibilidad artística y empatía. Leer en voz alta, compartir historias, analizar un poema o disfrutar de una receta son prácticas lectoras que fortalecen vínculos y saberes.


Los textos que emocionan dejan huella. La literatura, por ejemplo, nos permite ponernos en la piel del otro, vivir vidas ajenas, ampliar nuestra comprensión del mundo. La lectura de textos informativos, científicos o históricos desarrolla estructuras cognitivas fundamentales. En todos los casos, leer moviliza emociones, activa procesos mentales complejos y nos conecta con los otros de formas profundas.


Gimnasia para la mente

Los ojos no leen de manera lineal, sino a través de movimientos sacádicos. La fluidez lectora se construye con entrenamiento: cuanto más se lee, más velocidad, predicción y comprensión se alcanza. La lectura rápida es resultado de una práctica sostenida y placentera que activa circuitos neuronales profundos y mejora la memoria lexicográfica.


La práctica regular de lectura funciona como un entrenamiento integral para el cerebro. Así como los músculos se fortalecen con el ejercicio físico, el cerebro se potencia con la lectura. La comprensión mejora, se amplía el vocabulario, se acelera la decodificación y se activan asociaciones múltiples. Por eso es importante fomentar la lectura como rutina diaria, no como obligación escolar esporádica.


Tecnología, aliada y desafío

Las tecnologías de asistencia, como el texto-a-voz, las apps lectoras o los cuentos interactivos, abren nuevas posibilidades para quienes enfrentan dificultades lectoras. Sin embargo, también hay que enseñar a discriminar fuentes, resistir la dispersión y construir sentido. Las herramientas digitales deben integrarse a la experiencia lectora, no reemplazarla.


Aprovechar estas tecnologías implica también capacitar a docentes y familias para su uso crítico y pedagógico. Las aplicaciones bien seleccionadas pueden ser un puente entre el deseo de leer y la comprensión profunda. Pero el criterio sigue siendo humano: ningún algoritmo reemplaza el vínculo entre un adulto lector y un niño que escucha una historia con asombro.


La comunidad lectora

Leer no es solo una habilidad, sino una práctica cultural. Para formar lectores duraderos se necesitan hogares con cuentos y conversaciones, escuelas con bibliotecas vivas, docentes apasionados y políticas públicas comprometidas. Llevar libros a casa, compartir lecturas en clase, formar clubes de lectura o teatralizar cuentos son estrategias clave. La lectura es colectiva, inclusiva y transformadora.


Además, hay que generar sistemas de seguimiento que retroalimenten las trayectorias lectoras: registros de lectura, evaluación de fluidez, asesoramiento en selección de materiales. Las bolsas lectoras, las mochilas viajeras, las bibliotecas abiertas al barrio son políticas pequeñas que generan grandes cambios. Un lector no se forma solo: se forma en red.


El rol del docente y el entorno

No hay hábitos lectores sin adultos lectores. Los docentes, cualquiera sea su área de enseñanza, son modelos lingüísticos y emocionales. Su entusiasmo, creatividad y bagaje cultural inciden directamente en los aprendizajes. También los pediatras, cuidadores y familias deben estar atentos a signos de dificultades y acompañar los primeros pasos lectores. La lectura empieza antes de nacer y nunca termina.


El docente lector contagia. Su manera de hablar, de formular preguntas, de invitar a leer, de leer en voz alta, todo transmite pasión o apatía. La formación docente debe incluir estrategias de lectura, selección de obras significativas y reflexión sobre el propio vínculo con los textos. Enseñar a leer no es solo un contenido: es una forma de estar en el mundo.


Conclusión

La lectura es una práctica vital que debe comenzar desde la infancia y extenderse a lo largo de toda la vida. No es solo una habilidad técnica, sino una herramienta de humanización. Promover hábitos de lectura es construir una sociedad más justa, creativa y pensante. Y esa tarea comienza hoy, en cada aula, en cada hogar, en cada lector.


Leer transforma. Abre mundos posibles, amplía horizontes, estimula la sensibilidad, fortalece la autonomía intelectual y teje comunidad. En un tiempo atravesado por la aceleración y la incertidumbre, leer nos devuelve el ritmo humano de las palabras, la pausa reflexiva, el encuentro íntimo con lo que somos. Por eso, educar en la lectura no es opcional: es una urgencia pedagógica, ética y política.


Bibliografía relacionada

Perrone, G. (2024). Hábitos de lectura. En Caminos de alfabetización. Buenos Aires: Hola Chicos.

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