El desafío de documentar la educación
- María Mercedes Civarolo
- 17 abr
- 4 Min. de lectura
María Mercedes Civarolo
Mónica Pérez Andrada
Resumen
Empezar a documentar no es una tarea fácil, pero tampoco imposible. Esconde la emoción de lo nuevo; es como aprender a caminar. ¡Hay que animarse a dar los primeros pasos! Al comienzo, dubitativos e inseguros, aferrándonos a una mano solidaria que nos ayuda a mantener el equilibrio, y nos da confianza en la odisea que representa esta aventura. El traspiés y la caída requieren que nos levantemos una y otra vez para seguir adelante. Los primeros pasos son lentos, mejores sin prisa, pero de a poco el esfuerzo se transforma en desarrollo y también en logros.
El marco teórico que le da sentido a la práctica de la documentación se construye a partir de la pedagogía de la escucha de Loris Malaguzzi y las escuelas de la infancia en Reggio Emilia, Italia; de la investigación “Haciendo visible el aprendizaje” del Proyecto Zero de la Universidad de Harvard; y de nuestras propias indagaciones, las que venimos realizando desde hace más de una década.

Desarrollo
Sin lugar a duda, ¡la documentación es un tema apasionante! Invita a volvernos exploradores de nuestras propias prácticas educativas. Implica sentir y aprender junto a los niños y niñas para descubrir lo explícito y oculto, lo indiciario, lo maravilloso de captar la esencia y la singularidad que esconde el tesoro de la infancia sin perder la capacidad de asombro.
Como herramienta de indagación, permite comprender y narrar para dar sentido a los sucesos que posibilitan conocer el mundo infantil. Es un lenguaje diferente para producir rastros, que revalorizan las potencialidades de los niños y niñas, y su expresión en 100 lenguajes. Es también, una manera de dar visibilidad a los procesos de aprendizaje y a los modos de construir el saber. Posibilita una conexión íntima entre la teoría y la práctica en el trabajo cotidiano, y promueve el desarrollo profesional de los maestros.
Ser un educador que documenta exige redefinir el rol docente; alejarse del de mero transmisor del saber para convertirse en investigador capaz de promover la escucha y el escucharse, dando valor al descubrimiento y a la investigación en las propias prácticas, sin dejar de conmoverse y maravillarse al aprender junto a los niños.
Documentar en la escuela es una práctica existente desde siempre; sin embargo, su sistematización como camino hacia el aprendizaje y como práctica habitual de reflexión entre los miembros de la comunidad escolar, remite a las escuelas de la infancia y asilos nido de Reggio Emilia en Italia.
Escuchar, observar, registrar, encontrar el sentido para aprender de los niños y de su cultura, es una forma de interpretación narrada que busca dar visibilidad a los acontecimientos significativos, porque lo que no se documenta no existe.
La documentación es un proceso, pero también un contenido relevante de ese proceso, e implica su expresión en diferentes productos. Como contenido, constituye un material documental que registra la actividad de niños y niñas; su actividad, el juego, el trabajo, sus emociones, la creatividad, el aprendizaje, en fin, lo que dicen y hacen, pero también lo que sienten y piensan, además, del modo en que se relacionan con sus pares y con los educadores.
La documentación puede adoptar múltiples formas: registros manuscritos, fotografías, grabaciones de audio y/o video, producciones gráficas y digitales, construcciones, decires, expresiones artísticas, entre otros, para hacer visible, audible lo elocuente y revelador; transformándolo en “memoria viva”.
Es una construcción social compartida y participativa sobre aspectos cotidianos de la vida de los niños. Documentar “significa dejar constancia estética y narrada de forma visual, audiovisual o escrita de un trabajo realizado” (Hoyuelos, 2007).
Pero no todo puede ser observado y documentado. Siempre hay que elegir, seleccionar con criterio qué vamos a observar, cómo vamos a ajustar la mirada para enfocar y encuadrar lo que se pretende conocer y, de esta manera, generar una documentación con sentido y comunicante.
La documentación nos invita a los educadores a preguntarnos quién es el niño/a para revisar la imagen que hemos construido, y a la vez, permite vernos de manera crítica a nosotros mismos en el rol de co-constructores de su vida; en tanto que, no solo es importante interpretar lo que sucede en la práctica educativa, ”es tan importante investigar sobre los procesos de conocimiento del niño como, posteriormente, saber narrarlos” (Malaguzzi, 2006) sin perder de vista que nuestras narrativas construidas son siempre provisionales, están abiertas al cambio y a la confrontación productiva.
Conclusión
Documentar es mucho más que registrar: es comprometerse con una mirada sensible, crítica y amorosa sobre la infancia y la práctica educativa. Es aceptar que en cada gesto, en cada palabra y en cada juego, habita una historia que merece ser contada. Documentar no solo revela lo que los niños saben y son capaces de hacer, sino también lo que los adultos estamos dispuestos a ver, interpretar y transformar.
Como educadores, nos invita a salir del piloto automático, a detenernos y a afinar la mirada para volver significativo lo cotidiano. Nos interpela a construir colectivamente un relato pedagógico que valore la pluralidad de voces y lenguajes, y que nos permita reconocernos como investigadores de la infancia, como autores de una narrativa abierta, viva, que se enriquece con cada nueva experiencia.
Documentar es hacer historia, es narrar diversas tramas para comprender las relaciones entre los niños, los educadores y el conocimiento.
Bibliografía recomendada
Civarolo, M., & Pérez Andrada, M. (2019). Documentación pedagógica: Cómo hacer visible la cultura de la infancia. Buenos Aires: Hola Chicos SRL. ISBN: 978-987-4007-56-8.
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