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Neurobiología y neurociencias aplicadas a la neuroeducación

  • Foto del escritor: Néstor Braidot
    Néstor Braidot
  • 17 abr
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: hace 6 días

Tipos de aprendizaje




Néstor Braidot


Las neurociencias han retomado parte de las teorías sobre el aprendizaje para explicar cuáles y cómo son (o pueden ser) los mecanismos biológicos que subyacen a las funciones cognitivas que estas tratan de develar, incluidos los procesos de memoria.


En su última obra, uno de mis autores preferidos, Eric Kandel, dice lo siguiente:


Aunque el tamaño y la estructura del cerebro humano no se han modificado desde la aparición del Homo sapiens, en África oriental, hace unos 150.000 años, la capacidad de aprendizaje de los individuos y su memoria histórica se han incrementado a lo largo de los siglos en virtud del conocimiento compartido.

En la actualidad, la convergencia de la neurobiología (Kandel fue premio Nobel de Medicina en el año 2000) con otras ciencias que estudian el fenómeno del aprendizaje, fundamentalmente la psicología, estaría dada por el interés en explicar no solamente cómo incorporamos nuevas habilidades, sino también cómo se constituyen los significados.


Esto es: cómo se aprenden y retienen los nuevos conceptos y cuáles son las bases neuronales que subyacen a estos procesos.


El aprendizaje explícito

Los términos explícito e implícito, cuando se aborda el tema del aprendizaje, se refieren a los fenómenos conscientes y no conscientes, respectivamente, que operan durante los procesos mediante los cuales adquirimos conocimientos, experiencias y habilidades.


El aprendizaje explícito es el resultado del pensamiento consciente y es siempre intencional. En términos de Dienes y Perner, es “saber que se sabe”, lo cual connota que, a diferencia del implícito, el aprendizaje explícito es siempre controlable.


Esto se debe a que el conocimiento explícito no es generado por el contexto, sino por los individuos, en el sentido de que son estos quienes deciden qué aprender.


Cabe destacar aquí que, si bien el aprendizaje de cualquier tarea que luego se transforme en una destreza también es intencional y, al principio, requiere de la atención consciente, no puede considerarse explícito, debido a que, una vez que lo aprendido ha sido codificado en la memoria de largo plazo, comienza a ejecutarse de manera rutinaria, es decir, implícitamente.


Aprendizaje explícito y neurocapacitación

La capacitación de las personas es un proceso estructurado de aprendizaje explícito que apunta al logro de la excelencia en la profesión o en el ámbito de trabajo que se elija.


  • El aprendizaje explícito implica voluntad.

  • La voluntad necesita motivación.

  • La motivación puede generarse ayudando a los aprendientes a percibir la utilidad del aprendizaje.

  • Al aprender a aprender, las personas expanden al máximo su potencial.


En este sentido, para que un proceso de neurocapacitación tenga éxito, es requisito fundamental un óptimo nivel de motivación y compromiso de los participantes con el programa, que debe incorporar los últimos conocimientos sobre el funcionamiento del cerebro.


Asimismo, es imprescindible dar protagonismo al que aprende, es decir, colocarlo en el centro del proceso y, fundamentalmente, lograr que el grupo se integre.


Siguiendo la principal premisa del paradigma sistémico que sostiene que “el todo es más que la suma de las partes”, cabe subrayar que la inteligencia grupal supera a la de sus integrantes. Por eso son tan importantes las habilidades de quien transmite nuevos conocimientos.


Al respecto, una de mis asistentes me comentó que le resultó horrible una experiencia de capacitación a la que había asistido porque, en vez de doce personas, había doce islas en el curso. El docente no hizo absolutamente nada en pos de la integración del grupo, incluso fue bastante ineficaz a la hora de lograr que los participantes comentaran sobre lo que habían leído y/o experimentado.


«No hubo integración grupal, sino inhibición grupal», me dijo. Ese es, sin duda, uno de los errores más graves en los que un educador puede incurrir. No solo porque no enseñó, sino también porque no aprendió todo lo que el grupo podía enseñarle a él.


El aprendizaje implícito

El aprendizaje implícito se incorpora mediante un proceso de experiencia y retroalimentación durante el cual generamos una especie de competencia no consciente: una vez que hemos aprendido, no nos detenemos a analizar cómo resuelve nuestro sistema nervioso los problemas que se nos presentan.


Por ejemplo, para andar en bicicleta, casi siempre vamos mejorando progresivamente hasta adquirir la habilidad necesaria para mantener el equilibrio, avanzar y detenernos. Una vez que hemos aprendido, nuestra mente no consciente se ocupa de dirigir nuestros movimientos sin que tengamos que ocuparnos de la coordinación de cada uno de ellos.


Las primeras teorizaciones sobre estos procesos datan de 1890, cuando William James explicaba que, al aprender una tarea, debemos pensar conscientemente qué hacer. Luego, a medida que avanzamos, la conciencia se va desplazando hasta que llegamos a un punto en que la tarea se realiza automáticamente.


Paul Smolensky, un psicólogo conexionista, fue más allá de la simple automatización. En la década del ’90, analizó cómo los procesos conscientes se convierten en acciones intuitivas.


Para eso, distinguió entre el procesador consciente, que interviene cuando pensamos en la tarea que estamos aprendiendo, y el procesador intuitivo, que interviene cuando ya la dominamos.


Dreyfus y Dreyfus lo explican así: cuando un piloto novato se convierte en experto, el despegue se vuelve automático. Al estar tan familiarizado con su avión, vuela sin pensamiento consciente. Muchas de las actividades que realizamos diariamente funcionan de ese modo: en piloto automático.


Los automatismos, que son resultado de procesos de aprendizaje implícito, permiten ejecutar secuencias completas de acciones sin pensar paso a paso.


Por ejemplo, cuando escribimos en la computadora, no pensamos con qué dedo pulsamos cada tecla.


El aprendizaje implícito no se restringe al campo de las destrezas que decidimos aprender. También incluye conocimientos adquiridos sin intención consciente. Muchas de estas cosas influyen en nuestra vida y resisten el paso del tiempo. El conocimiento implícito es muy perdurable: sobrevive a lesiones cerebrales que afectan la memoria y comienza a desarrollarse desde que nacemos.


Para analizar cómo incorporamos este tipo de aprendizaje, los investigadores utilizan técnicas como la percepción subliminal (estímulos por debajo del umbral de conciencia) y supraliminal (por encima del umbral). En general, se recurre al condicionamiento o a tareas con relaciones complejas entre estímulos, tratando de evitar la percepción consciente.


A pesar de sus mecanismos no conscientes, algunos sostienen que el aprendizaje implícito requiere la memoria operativa para asociar los elementos en la conciencia. Otros opinan que no es necesario prestar atención para aprender.


Ambas posturas son válidas: tanto el aprendizaje de destrezas como el perceptivo son implícitos, pero no presentan las mismas características.


Un ejemplo es el deporte. Aunque se aprenda conscientemente, el entrenamiento constante genera sobreaprendizaje. Un golfista experto actúa de forma metaconciente, pero ante una dificultad, activa su memoria operativa para seleccionar los movimientos adecuados.


También hay aprendizajes no intencionales. Por ejemplo, una investigación de 1980 mostró que las personas preferían octógonos irregulares a los que habían sido expuestos subliminalmente.


Otro ejemplo: usted sabe distinguir un policía de un militar por su uniforme, aunque nunca haya estudiado el tema. Eso es aprendizaje implícito no intencional.


Aprendizaje asociativo: el condicionamiento

Esta teoría es clave para comprender el comportamiento y porque muchos avances sobre memoria y aprendizaje se basan en los “protocolos conductistas de Pavlov”, traducidos por Kandel a protocolos biológicos.


Kandel dice que la habituación, la sensibilización y el condicionamiento son instrucciones sobre cómo presentar estímulos para que ocurra el aprendizaje.


La palabra “condicionado” remite a una respuesta automática determinada por una experiencia repetida que asocia dos estímulos.


Por ejemplo: salivamos al oler pan recién horneado, asociamos productos con emociones por la publicidad o temblamos al recibir una llamada de dirección si en el pasado eso significó un despido.


Ivan Pavlov, científico ruso, demostró que si se toca una campana antes de alimentar a los perros, estos terminan salivando con solo oírla, aunque no haya comida. La campana se vuelve un estímulo condicionado.


Donald Hebb, en 1940, explicó este fenómeno a nivel neuronal. Mostró cómo los sentidos activan neuronas mediante conexiones sinápticas que se fortalecen si los estímulos coinciden.


Eric Kandel, en 2007, relató un experimento similar en la Universidad de Michigan. Demostró que, con condicionamiento, no se necesita activación emocional, sino simplemente la coincidencia de dos estímulos.


El aprendizaje asociativo ocurre cada vez que vinculamos dos sucesos frecuentes, aunque no estén lógicamente relacionados. Las primeras experiencias generan cambios cerebrales: lo psicológico termina generando una respuesta biológica.


Un ejemplo más feliz: si asociamos el aroma del maní con su sabor, basta con olerlo para activar toda una red neuronal.


Extinción

Cuando un estímulo condicionado deja de ser seguido por el estímulo real, la respuesta condicionada desaparece. Si la campana suena sin comida varias veces, los perros dejan de salivar.


En neurocapacitación, si lo que se promete no se cumple ni se explica, el compromiso desaparece y reina la apatía.


Habituación

La habituación es la disminución de la respuesta ante un estímulo repetitivo. Nos acostumbramos a los ruidos si nos mudamos a un barrio ruidoso. En neuroaprendizaje, conocer este mecanismo permite actuar al revés: generar variedad y estímulos novedosos.


Un ambiente rutinario lleva al estancamiento.


Recuerda: Un ambiente estimulante mantiene al cerebro en forma, así como la práctica regular del deporte combate el sedentarismo y promueve el bienestar físico.


Sensibilización

Opuesta a la habituación, la sensibilización es una respuesta aumentada a un estímulo debido a una experiencia previa negativa. Si una persona teme a las tormentas, se alterará al oír un trueno. Si alguien vivió un tsunami, correrá ante cualquier oleaje extraño.


La sensibilización es un aprendizaje implícito clave para la supervivencia. Está registrado en el cerebro como temor aprendido.


Desde las neurociencias, se ha observado que, a diferencia de la habituación (que reduce la transmisión sináptica), la sensibilización la aumenta. Ambas modifican las conexiones neuronales.


Hoy, el aprendizaje es un tema caliente en neurobiología. Gracias a las neuroimágenes, se espera confirmar muchas hipótesis.


Se sabe que la información se procesa en paralelo en distintas áreas del cerebro, y que daños en ciertas zonas, como el hipocampo, afectan la capacidad de aprender.


Los descubrimientos de la Dra. Brenda Milner concluyeron que distintas regiones cerebrales están vinculadas a diferentes tipos de memoria y, por tanto, a diferentes tipos de aprendizaje.


Además, el aprendizaje modifica la intensidad de las conexiones entre neuronas. Existen muchas formas de aprendizaje porque existen diferentes perfiles de estímulos y combinaciones que originan formas de almacenamiento distintas.

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